"Y me sube a los ojos aquella tibia tarde
cuando mis senos, por primera vez desnudos,
fueron el perfume de tus manos.

Y me sube a los ojos el fulgor de la penumbra
que mis manos sembraban en tu pecho,
la cadencia de aquella sabana adormecida.

Todavia titila en mis ojos la ternura,
el aroma de nuestra calidez
conjunta."

Agnès Agboton, Voz de las dos orillas

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