Vivir en Francia sin papeles

Por Denise Alamillo
 A mis amigas y amigos, a mi familia. 


Pareció a propósito. No lo fue.
Por fin luego de una larga espera he recuperado la totalidad de mi respiración que se quedaba estancada en el estómago y no lograba bajar al vientre. 
Les cuento un poco cómo ha sido mi vida, puedo ya romper el silencio.
Hace ocho meses que vivo en Francia. Aunque podría tener gran lógica pensar mi migración como un desplazamiento a consecuencia de la guerra en México la cual me ha tocado vivir muy de cerca durante varios años como Activista social, periodista y mexicana del norte fronterizo. No fue este el caso.
Deje el país siguiendo una aventura de amor y de sanación.
Centro de Monterrey, México; 20 de abril 2014.
No tenía idea de lo que estaba haciendo, mi despedida de amigas y amigos fue un inbox por facebook. Intenté terminar las frutas y semillas que quedaban en la nevera, puse candado a mis dos amadas bicicletas, me acosté un buen rato sobre la cama entre la mantita gris y Sofia (felina que adopté), escribí una nota de amor a mi roomie y cerré la puerta.
Sin dinero, y con una mochila en la espalda salí una madrugada caminando a la central de autobuses y me fui.
Marsella, Francia; 23 de abril 2014.
Descubrí una hermosa ciudad llena de migrantes de diferentes razas, culturas, colores y sabores.
Perdí muchos miedos que tenía por ser latinoamericana, y rompí muchos prejuicios que me había construido como intentos de descolonización intelectual.
Fui recibida con los brazos abiertos y mucho amor por mi anfitriona y su país.

Bretaña, 14 de mayo 2014.
Entre tumbas celtas, música alucinante y paisajes de belleza extrema a los que se acostumbran los ojos, me di cuenta que la guerra no se había quedado en México, la traía conmigo, me asaltaban imágenes, recuerdos, olores terribles. Comenzaban a ser visibles las marcas, me aparecían moretones gigantes de la nada. Y no pude más caminar, era inminente una operación para mi rodilla. Mi compañera me compartió su estabilidad para que no me derrumbara.

Lyon, 13 de junio 2014.
Me casé. Queríamos seguir volando y sabíamos que la sanación era muy importante. Vivimos la boda como la posibilidad de continuar la aventura.
Fue la boda más punk, divertida y emotiva en la que he estado en toda mi vida. La alcaldesa del partido socialista que nos casó no pudo contener su alegría ni sus lágrimas. Concluyó la ceremonia casi con puño en alto gritando ‘La lucha sigue, hay que mostrar este amor’.

París, 11 de julio 2014.
Encontré en París mi ciudad favorita hasta ahora conocida, en un vagón de metro puedes encontrar entre 10 y 15 diferentes nacionalidades entre sus usuarios, si cierras los ojos puedes escuchar múltiples idiomas sin tener la más mínima noción de su procedencia.
El pánico me comenzó a invadir, la rodilla ya no me dejaba caminar más de un kilometro al día y la inmovilidad me llevó a un periodo de introspección muy fuerte, las cuentas pendientes, el aterrizaje.

Marsella, 24 de julio 2014.
Mi primer día como ilegal en Francia. La burocracia francesa no me otorga papeles de residencia sólo por estar casada con una Francesa. Tengo que comprobar 6 meses de vida común, con un alojamiento legal, una cuenta bancaria y facturas de servicios como luz, agua, gas todo a nombre de ambas.
Lo que no te dicen es que no puedes conseguir un contrato de arrendamiento si no tienes tarjeta de residencia, mucho menos una cuenta bancaria y ni hablar de contratar servicios a empresas privadas siendo ilegal.

Tourves, 8 de agosto 2014.
El diagnóstico: Menisco desgarrado y un pedazo de el flotando por toda la rodilla, aumentando o disminuyendo el dolor dependiendo de la posición en la que se coloca. Vivimos en el alojamiento que el trabajo de Emilie le ofrece, viejos comunistas que lo dirigen me adoptan como refugiada.
Vivía con muchísimo miedo, nunca imaginé que el estatus de ‘Ilegal’ provocaba tanto desmadre emocional. Viví el desarraigo, el choque cultural, el temor a ser expulsada en cualquier momento, se generó en la relación de amor una dependencia total de mi parte sin poder caminar, sin papeles y sin hablar el idioma. Un aislamiento de locura acompañado de llantos, dolor, pesadillas, toda una juerga de mis demonios que llevaba a flor de piel.
Presqu’ile de Giens, 2 de septiembre 2014.
Nos mudamos al sur del sur de Francia del lado este. Justo frente a una isla muy turística. Septiembre lo disfruté muchísmo, al lado de la cómplice de vida que me acompaña y apoya en todo (y cuando digo en todo es literal). Pasábamos los días contemplando los amaneceres y atardeceres en el mar, al lado de flamingos rosas y deportistas de kitesurfing. La tranquilidad se terminó el 26 de septiembre, que ocurrió lo de Ayotzinapa.
Octubre fue el mes más oscuro que pasé. Pegada a toda noticia de México, llena de impotencia, de angustia y de rabia. Comenzó un rechazo muy fuerte hacia el idioma Frances, no toleraba escuchar a los vacacionistas quejándose de situaciones que me resultaban banales, instalados en sus privilegios, ignorantes de ellos.

Montbrun les bains, 6 de noviembre 2014.
Siguiente estación: las montañas, vivo en un pueblo mágico (es tan pequeño y particular que ni siquiera tiene número la casa), entre montañas y campos de lavanda.
Una hermosura majestuosa que contrasta con mi estado emocional y de nervios reventados. Son ya muchos meses sin dinero, sin hablar casi con nadie, con subidas de felicidad y de amor en tan bello lugar y sentimiento de culpa y de impotencia ante los ecos que me llegan de México. Un osteópata me ve la postura y me pide que por favor lo deje tocarme, alinearme, aliviar un poco el dolor que mi cuerpo le grita sin palabras.

París, 1o. de diciembre 2014.
Un poco de ciudad, un viaje para evitar la explosión de la bomba. La posibilidad de encontrarme con gente de México que se organiza . El encuentro con un par de amigas de Monterrey.
Gran respiro, dos semanas en el barrio negro, conviviendo en cantinas con Judíos de Túnez que hablaban en contra del gobierno de Israel, Argelinos que decían que en Francia no había racismo, museos, películas, reuniones, fiestas. Una ciudad que se puede disfrutar sin dinero (o con muy poco). De nuevo el ánimo, mi psicoanalista me dijo que tenía que poner los pies sobre Francia y París me permitió hacerlo.
Ya no me siento como huerfanita, estoy en Francia, es mi nuevo territorio y viviré en el de la forma en que se vivir y amar.

Valence, 18 de diciembre 2014.
Luego de cruzar de nuevo la mitad del país para conseguir la traducción de mi acta de nacimiento certificada y 18 horas de recorrido en auto en menos de 72 horas, sin dormir. Estamos en la prefectura de la Drôme (región en la que vivimos). Algunas horas de espera. Me llaman y me entregan un papel media carta que es oficial. Que dice que mi tarjeta de residencia está en tramite.
Que en un periodo de dos a tres meses y gastando casi una decena de cientos de euros entre papeleos, la multa por haberme quedado de ilegal y el costo del trámite, podré tener una tarjeta de residencia por un año, con derecho a la salud y la posibilidad de trabajar. (Se aceptan proposiciones de trabajo a distancia, donativos, prestamos e ideas para generar dinero y pagar mis papeles).
Francia es el país de Europa que más migrantes retiene en sus centros de detención, según cifras de la European Migration Network‘, en 2013 encerraron 45,377 personas. (Cuando el partido socialista había prometido cerrar esos centros de detención). El segundo lugar en Europa lo ocupa España con 9,020 ‘sin papeles’ encerrados en el mismo año.*
El 18 de diciembre del 2014, día internacional de los migrantes, mientras François Hollande habla sobre su iniciativa en manos del congreso francés para dar voto a los extranjeros en las elecciones de alcaldías y Obama anuncia un cambio en la relación entre EU y Cuba, yo oficialmente dejé de ser ilegal.
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